Dicen que uno se acostumbra a la belleza igual que a cualquier otra cosa y esta ruta del Camino Primitivo es un ejemplo adecuado. Día tras día contemplando montañas, vacas, prados, paisajes verdes, ríos, bosques, etc., y llegamos a considerarlo como la imagen oficial. Sin embargo, todo tiene su aquel, y en este caso las cuestas son el peaje que debemos pagar.
Esta vez salimos prevenidos: el perfil de la etapa contemplaba una hermosa cuesta de cinco kilómetros continuados en los que se superaba un desnivel de más de 400 metros.
Ya en la plaza de Salas comentamos que va a ser duro mientras montan un mercadillo al uso de cualquier lugar. Nos llamó la atención la presencia entre los montadores de un niño que por su edad debería estar en el colegio y era día laborable.
Desayunamos en La Luciana, bien, y como casi siempre gente amable.
Después, con el arco de fondo, nos hicimos la foto oficial de la etapa. A continuación iniciamos la marcha con el paisaje igualmente oficial de fondo y las cuestas que empiezan a ser parte inseparable de nuestro quehacer.
Un rato después de la salida hacemos una parada utilizando una marquesina de diseño que no sabemos quien colocó en medio de estas montañas.
Las opiniones sobre su encaje fueron variadas, sin unanimidad.
Echamos en falta a Porota, que se olvidó de poner el freno y se encontraba escapada. Unos cientos de metros después la vimos volver de regreso: acababa de llevarse un susto. Dos hombres cortaron unas grandes ramas y al verla cerraron el camino con ellas, o al menos éso pensó. El vaquero con el que hablaba mientras nos espera la tranquilizó y tampoco nosotros creíamos que hubiera visto nada especial, aunque lo cierto era que las ramas de gran tamaño estaban allí.
De vuelta a la ruta, Ogadenia y O'Neill muestran sus dotes de esforzadas andarinas y ya entonces reconocimos que la etapa era dura, obviamente, pero que esta vez no tanto como nos temíamos.
Sin embargo, en La Espina se produjo la primera baja. Jaime lo estaba pasando mal, muy mal. Su megaampolla le obligaba a caminar de forma antinatural y sus músculos se resentían. Decidió, con buena lógica, que el sufrir tiene un límite y optó por llamar a un taxi.
Y si bien asumimos que la etapa era menos dura de lo que imaginábamos, aunque no estuvo mal, la sucesión de barrizales, que nos obligaban a mirar al suelo, impidiéndonos la contemplación del paisaje, llegó a producir una sensación de agobio en algunos momentos y nos obligó a buscar alternativas, como la de la foto siguiente. Claro está, lo superamos y reconocimos el derecho de las vacas a pasear y embarrar los caminos entre prados y fincas con sus pezuñas.
En un cruce de caminos paramos en la tasca de El Coxu, que como su nombre indica regentaba un cojo.
Allí tomamos muchos Acuarios y algo de fruta, relajándonos un rato.
El dueño, que por el camino perdió también gran parte de su dentadura, se mostró jovial y hablador, y no tuvo empacho en contarnos cosas de su vida y algunas anécdotas referidas a gallegos. Había sido taxista, camionero, vaquero, y ahora se encargava del negocio aunque, como en otros casos, el futuro del local será sin duda la desaparición. Sus hijos viven fuera y tienen otras ocupaciones.
Hubo quien optó por la charla en el exterior, a falta de terraza.
En un pueblo encontramos estas vacas haciéndose arrumacos, distintas de las rubias que llevamos viendo todo el camino y que sin duda son una constante en el Primitivo.
Seguimos la ruta y encontramos este curioso arbusto, pelín hortera, esculpido que nos dió la bienvenida. Felicitamos a la señora de la casa, que nos escucha con cara de satisfacción. Se va convirtiendo en una rutina para nosotros alabar las flores y plantas de mujeres que sin duda dedican horas a esta labor. Indefectiblemente aceptan los cumplidos con un orgulloso «¡A que lle e guapo, eh!». Ellas quedaban encantadas.
Enseguida nos percatamos de que íbamos a llegar antes de tiempo y por éso no tuvimos problemas en hacer las paradas que cada cual considera adecuadas, como ésta en la que Beni y Trini Walker, posan tan relajás.
Entramos en Tineo por un gran parque
Encontramos el hotel tras dar unas vueltas por un pueblo con una configuración especial de grandísimas pendientes.
De inmediato nos libramos de las mochilas por aquello de que no son parte de nuestra fisonomía, aunque hay ocasiones en que llegamos a dudarlo
En el hotel fueron amables y aceptaron darnos de comer a las cuatro de la tarde, y otra vez bien con unos entrantes a base de embutidos que estaban muy buenos. Tras un rato de descanso y colada, paseamos hasta Tineo centro, lo que no es sencillo. La parte antigua del pueblo está en una zona alta y la nueva se ha construido en la ladera de la montaña, con lo que existe casi una vista de pájaro. En la zona que merece un poco más la pena contemplamos el edificio del Ayuntamiento y algún otro inmueble de interés, entre ellos un palacio reconvertido en centro cultural y un edificio de época que es el Palacio de Justicia, pero empieza a caer la tarde, hace fresco y, tras pasar un rato bebiendo algo en una terraza se impone la retirada y del descanso. En una prueba de cordura, compramos fruta y yogures y en un parque junto al hotel tomamos un refrigerio light. Ya era hora.En este rato de charleta vespertina planificamos un viaje a La Palma para octubre, a fin de descubrir los senderos de esta isla especial. Víctor tiene un amigo que los conoce como la palma de la mano, valga la redundancia, y que incluso se ofrece a servirnos de guía. Hablamos de fechas y quedamos de concretar el viaje una vez en casa. A estas alturas de mediados de mayo, después de dos días de interrupción del servicio de blogger que nos han impedido actualizar, ya tenemos los billetes y el 15 de octubre estaremos por allí.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Mira o que che digo....