Este día se planteó una novedosa disyuntiva: solo podía venir un taxi a primera hora y el otro tenía que esperar hasta terminar el transporte escolar, labor que realiza diariamente. Era un poco tarde para ir andando y de forma natural la gente eligió. Un grupo de seis salió a las 7:45 para volver a La Mesa, donde se interrumpió el día anterior el camino, y otro a las diez en el segundo taxi directamente hasta la presa, donde teníamos concertada una visita a su interior a las 11.
El primer grupo, todo aguerridas salvo la excepción que se ve en la foto, empezó la andaina en La Mesa a las 8:20 con prisas para no perderse la visita a la central. Con seguridad el perfil de la etapa había disuadido a más de uno. Un par de kilómetros de cuesta para empezar y luego una imponente bajada de unos ocho kilómetros en los que la cota pasaba de 1.000 metros a 165, tal que un gigantesco tobogán.
Como suele ocurrir, la cuestita inicial jorobó más de lo previsto y la bajada resultó dura, aunque quizás no tanto como esperábamos. Nada más empezar a descender pasamos por la miniermita de Santa Marina, que casi parece de juguete. Por entonces Ana hizo la foto de estas dos magníficas rubias que hemos convertido en portada de este blog .
Pese al esfuerzo de ir frenando constantemente esta parte de la etapa fue de lo más relajante. La bajada va por uno de los montes que dan al embalse, que se vislumbra en ocasiones como si fuera un inmenso lago en medio de una completa soledad y absoluto silencio.
A pesar de las advertencias de uno de los taxistas del día anterior, disuadiéndonos de hacer esta parte del camino hasta la presa, porque la consideraba una de las peores del camino, según le habían dicho, lo cierto es que resultó muy placentera. Tanto que cuando nos encontramos con el susodicho taxista en la carretera que volvía de dejar a los demás le increpamos sin compasión: “No vuelvas a decir que la bajada desde La Mesa no merece la pena, porque no es en absoluto cierto”.
Tras la bajada nos inmortalizamos en el mirador construido por el hijo del artista del que pronto hablaremos para tener una panorámica de esta impresionante obra.
Abajo nos reencontramos con los compis vagonetas, que por si acaso también se habían hecho la foto oficial en esta salida retrasada.
Tras vislumbrar la lámina de agua (32 kilómetros de longitud) visible desde el embalse bajamos hacia la base, lo que no es cualquier cosa.
A esa hora ya lucía el sol en lo alto y es por lo menos un kilómetro también de cuesta pronunciada.
A esa hora ya lucía el sol en lo alto y es por lo menos un kilómetro también de cuesta pronunciada.
Abajo, en la fachada, existen unas esculturas de Vaquero Turcios, autor de un mural que con el paso del tiempo se ha convertido en un símbolo dentro de la arquitectura industrial y que era el motivo de nuestra presencia allí.
Pepe (o que traballa polo país) sabía de su existencia e hizo una gestión previa para que nos la enseñaran, lo que fue todo un puntazo. También que el encargado fuera José María Braña, un empleado de la central que es todo un lujo de guía y que aparece con nosotros en la imagen,
Conoce con detalle la historia del recinto y, lo más importante, intenta transmitir sus conocimientos sin prisa alguna y de manera didáctica. De entrada todos tuvimos que colocarnos un casco protector sobre una malla que evitaba el contacto con el pelo. Estábamos así de estupendos, como O' Neill y Alvaro en la foto.
Lo primero fue visitar la inmesa sala de las turbinas, en cuya pared de 60 metros de longitud se encuentra el mural de Joaquín Vaquero. Lo pintó a lo largo de varios años tras construirse la presa y medio siglo después lo retocó poco antes de morir.
No es un mural cualquiera y su temática es precisamente la presa en orden prácticamente cronológico: como se gestó, estado del lugar antes de construirse, las obras, los obreros y el resultado final. Todo un documento.
Nuestro guía nos lo fue explicando detalladamente por tramos con la pega de que las turbinas estaban conectadas, lo que dificultaba las explicaciones.
Ello nos obligó a esforzarnos para enterarnos de cómo entre 1946 1955 se realizó esta obra faraónica en la que trabajaron 3.000 obreros, algunos de ellos personas que buscaban escapar de posibles represalias políticas tras la guerra civil.
Lo complicado del trabajo y las escasas medidas de seguridad de la época provocaron numerosos accidentes y se estima que para construirla dejaron su vida unos 400 obreros según cifras oficiales, pero se da por seguro que fueron más. En muchos casos resbalaban y caían en el hormigón de la pared de la presa y no había nada que hacer.
En los alrededores de la presa y en la parte superior de la montaña existen restos de los dormitorios y comedores de los cuatro poblados que se construyeron para alojarlos.
En la presa existe un museo con fotos y planos que relata todo el proceso, y realmente sales con una idea de cómo un país atrasado y en la ruina pudo construir esta megacentral que almacena 266 hectómetros cúbicos de agua que anegó ocho pueblos. Nos llamó la atención las fotos de una especie de teleférico de más de 30 kilómetros que traia material de construcción desde un puerto en la costa.
Movía unas vagonetas que podían llevar 400 kilos, y que a veces usaban para desplazarse los obreros. En alguna ocasión se rompía el cable y caía desde lo alto la vagoneta, y si llevaba de incógnito un pasajero este moría sin remisión. Como se ve, seguimos las explicaciones con gran interés.
Lo sorprendente es que ahora la central funciona casi sin personal.
Hace unos años eran 44 operarios pero con los cambios tecnológicos llega con solo 9 operarios, uno de ellos nuestro guía. Como curiosidad, apuntar que explotan la central dos empresas, cada una dos de las cuatro enormes turbinas.
Hace unos años eran 44 operarios pero con los cambios tecnológicos llega con solo 9 operarios, uno de ellos nuestro guía. Como curiosidad, apuntar que explotan la central dos empresas, cada una dos de las cuatro enormes turbinas.
Tras esta actividad extraperegrina retornamos a lo nuestro, a la ruta. Antes despedimos a Paco, Marién y Ogadenia, que se iban a pasar un par de días a Luarca, y que aprovecharon para dejar a Jaime en el pueblo de destino, del mismo nombre que la presa, ya que seguía con molestias. De paso le dejamos encargado de gestionar la comida en algún sitio interesante para un par de horas después. En el fondo de la siguiente foto, se aprecian restos de los viejos poblados de la presa.
Desde aquí nos quedaban ocho kilómetros (casi todo asfalto) por cubrir y, claro, como habíamos bajado ahora tocaba subir. En medio de la cuestecita, casi toda por carretera, hicimos una parada en la que Ana y Feli aprovecharon para regar las margaritas ante la cámara, no por exhibicionismo sino más bien porque alguno quiso vengarse de otra foto anterior...
En Grandas de Salime tuvimos la sorpresa de que el hostal en el que teníamos reserva había sido reformado recientemente y estaba hecho un pincel. Sin comparación, el mejor de toda la semana. Se llama Hotel Labarra y las habitaciones, muchas con terraza, son estupendas a pesar de que exteriormente es muy anodino. Jaime cumplió su cometido y buscó un lugar donde comer, claro está, un poco tarde, pero en una churrasquería próxima al alojamiento nos dieron una buena carne y mucha ensalada.
Siguiendo una jornada de tintes culturetas no pusimos pegas para visitar el museo etnográfico, que la guía califica de visita obligada. Su existencia era imposible de ignorar ya que todo el pueblo estaba lleno de carteles en los que se exige la reposición del antiguo director, un conflicto del que no teníamos, ni tenemos, ni idea.
Realmente el museo, en el que pasamos unas horas, fue una sorpresa. Consta de varias contrucciones alrededor de un amplio patio y en ellas pueden contemplarse reproducciones reales de antiguas viviendas de campesinos con las habitaciones con sus muebles y ropas.
También un molino, utensilios de trabajo, un telar y alguna cosa más que seguro que se queda en el tintero.
Pero lo que más nos llamó la atención, quizás, fue la reproducción de un antigua escuela de pueblo, sendas consultas de dentista y oftalmólogo de medio siglo atrás y un colmado que era todo un monumento con sus básculas, carteles, productos. En fin un canto a la nostalgia y un salto a la vida de los años 50/70 en la que muchas cosas nos sonaban,como el papel higiénico "El Elefante"....que nos dejó a todos el culo más o menos limpio y brillante años ha....
Para el final dejamos este cartel sobre las consecuencias que genera el alcoholismo que es todo un hallazgo. Y más nada, como dentro de muchos años echaremos de vez en cuando un vistazo al blog, quede constancia de que este viernes 29 de abril se casó el nieto de la reina de Inglaterra con una de cuyo nombre no me acuerdo. Claró está, hubo quienes se vieron los resúmenes desde la tele del hostal comentando los modelitos del personal.
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