domingo, 4 de marzo de 2012

Cádavo-Lugo (29,3 kilómetros)

El día anterior ya salimos con calma, pero el domingo todavía lo hicimos con más. Llovía, de entrada, y eso siempre apereza. Así que a las 9:30, tras desayunar en el hotel Moneda, al camino nos fuimos. 

Antes posamos, como siempre, con el refuerzo muy bienvendio de Irache. La distancia a recorrer era la misma que la primera jornada, pero por motivos ignotos se nos hizo mucho más pesado.
Y no sería por los paisajes: casi todo el rato fueron chulos, bosques y prados de lo más atractivo, y siempre en completa soledad. Peregrinos, ni uno, bueno, dos señoras que salieron del hotel un poco antes que nosotros, y a las que  no vimos´en la ruta, y caminantes sólo alguna excepción en puntos muy concretos y, por supuesto, tipo dominguero. Y otra vez la ausencia casi completa de algún sitio donde parar: tantos kilómetros sin una cañita se hacen más agobiantes. Eso sí, donde pudimos reponer fuerzas lo hicimos a conciencia.

A ratos también la niebla, tanta que,de ser una guerra, Alfonso podía haberse llevado un tiro de fuego amigo.

Poco antes de Vilabade encontramos una gran ermita situada en un campo de la fiesta enorme.
 Las romerías aquí deben ser muy concurridas. 
 
Mesas, grandes, frondosos carballos y hasta una fuente.
Ya en Vilabade, villa grande sin bares, una iglesia casi tipo catedral, con un atrio frontal y lateral cubierto de gran tamaño, pero cerrada. 

Al lado, pegado, un pazo reconvertido en gran casa rural.... también cerrada. 

Esta parte de Lugo es complicada para el turismo y no digamos para el peregrinaje. Pero con paisajes atractivos, sin duda.Y los pueblos y caseríos por los que pasamos, todos llenos de aperos, señal evidente de su dedicación a las labores agrícolas y sobre todo ganaderas. 

Hoy no van fotos, pero granjas de vacas y vacas sueltas vimos unas pocas. Y cerca de Lugo, también instalaciones industriales.
En el plano caminante la ruta era suave, salvo por la distancia a recorrer. Al salir hubo una subida de cierto impacto pero después más que nada se llaneaba, obviamente con subidas y bajadas. Nada especial. Pero claro, llegado el momento empezaron los adefesios de todo los tipos y pelajes, al más puro estilo jalisiano.
Y todo ello combinado con imágenes de ensueño. 

En Castroverde hicimos la única parada de aprovisionamiento. LLevábamos sobre 10 kilómetros y, por tanto, quedabanunos 20: Ya no hubo ninguna más. Tremendo, a punto de morir de fame, de verdad.
En  Castroverde de entrada, como en la OTAN (el chiste es para aquellos que ya eran adultos en 1985), no fue fácil encontrar donde almorzar. En el primer mesón, de buena factura y con panadería al lado, no pudimos tomar nada pues no había pan, ni del día ni duro, y en el segundo hubo alguna reticencia inicial. Al final nos confeccionaron una tortilla de gallina feliz, como diría Porota,  y nos hartamos a pinchos y buen Rioja Campillo. Nada que objetar, salvo que atrancamos el acceso a la máquina de tabaco, y no sería la única vez, y fumadores pocos hay, pero alguno queda, por lo que tuvimos que levantarnos. 
Con las pilas cargadas, retomamos la marcha.

Y de cuando en cuando, a veces incluso muy seguidos, algún horror.


O una casa abandonada y en ruinas, a la que alguna niña no dudo en jugar al «aquí estoy».
La foto siguiente rinde tributo a la postada del blog.

Pasadas las horas, empezamos a imaginar Lugo en la lontananza al cruzar los puentes de la autopista. Eran ya las cinco de la tarde (llegamos casi a las seis) y solo en Carballido pudimos tomar algo: ¡en una máquina de café y bebidas de monedas! Instalada en la calle junto a otra maquinita de cambio de billetes... una cutrez.
El sky line de Lugo por esta banda no es el Lugo monumental y romano, de verdad, pero pese a ello nos alegramos de verlo y de llegar, en ese momento final en el que las fuerzas comienzan a flaquear....
Y una vez en la ciudad todos deseando pillar algún sitio para tomar algo antes de coger los coches para regresar. Hete aquí, que se cruzó en nuestro camino el mesón "O cincuenta e seis" y con su dueño pegamos la hebra y no quedó más remedio que merendar con cierto nivel: de nuevo Rioja con calamares, croquetas y mejillones en escabeche. Desechamos el fiambre y los quesos porque fue casi el menú de los tres días. Así que echamos un ratito y salimos reconfortados en dirección a nuestras casas. Eso sí, antes nos conjuramos para hacer las dos etapas que restan hasta Melide antes del Camino Francés que tenemos previsto para mayo. A ver si lo conseguimos.

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