sábado, 28 de abril de 2012

Lugo-Melide, la campiña lucense (51 km)

El compromiso adquirido la primavera del 2011 está a punto de cumplirse. De aquella vez hicimos Oviedo-A Fonsagrada, dejando cuatro etapas para 2012. Hace unas semanas resolvimos las dos primeras (A Fonsagrada-Lugo) y hoy, 28 de abril, aquí estamos los siete de la imagen para coronar el Camino Primitivo. Pasamos la noche en el hotel Puerta de San Pedro de Lugo, el mismo que utilizamos el año pasado.


Salimos con mal tiempo y una niebla densa y cerrada que apenas dejaba ver el Ayuntamiento. Parecía pleno invierno.


Un sábado feito y a primera hora, con lo que recorrimos el Casco Viejo de Lugo y su impresionante catedral, junto a la muralla, muy en solitario


Y junto al río, la sensación invernal se acrecentó.


Afrontamos una etapa durilla, de algo más de 30 kilómetros. Modificamos las previsiones de Mundicamino, que planteaba 20 kilómetros el primer día y 30 el segundo. 


Lo hicimos al revés, para dejar la más suave para el día final, ya que luego tendríamos que regresar a Vigo.


En ambas caminatas pasamos por muchas aldeítas y bastantes explotaciones agrarias, pero pueblos-pueblos, pocos, y siempre sin tabernas: Un desastre para el caminante. El primer día sólo en un pequeño lugar con esta preciosa iglesia, San Vicente do Burgo, encontramos una tasca donde la posadera se enrolló, empezamos por cafés y luego descubrimos el chorizo y los callos, y continuamos, con un orden un tanto peculiar. 


Nos dijo que en primavera-verano le paraban una treintena de peregrinos. Lo cierto es que nosotros no vimos más que dos en todo el día y al siguiente sólo  cuatro alemanes.

Y si bien salimos con niebla, el día abrió a ratitos, aunque cada poco amenazaba lluvia.

Los paisajes eran chulos y alguna arboleda especialmente, pero tuvimos mucho asfalto, mucho. 30 kilómetros en gran parte por carretera termina moliéndote los pies.

Y la sorpresa: creyendo que estábamos a 150 kilómetros de casa resulta que la teníamos al lado. Hasta hubo quien pensó que era un cartel que dirigía al Vigo auténtico...

Ya cerca del final, un riachuelo en el que aprovechamos para un descansito en un momento en el que salió el sol un rato.

Aprovechamos para relajarnos tranquilamente.
Al filo de las cinco de la tarde llegamos a Ponte Ferreira, el punto final de la andaina. 



Aunque allí hay un albergue recién abierto que tiene buena pinta, un minibus precontratado nos llevó hasta Ponte Campaña, una aldea de Palas de Rei (para quien no lo sepa, el pueblo de Pepiño Blanco) donde Alfonso nos  había organizado la pernocta en un molino de la familia de un amigo suyo. 

Son Manuel y Jimena, a los que se ve en la imagen superior.



El molino era un gran molino, restaurado magníficamente y reconvertido en una alojamiento rural vinculado al albergue cercano, Casa Domingo, de la misma propiedad. Estaba muy caldeado, con una gran chimenea y todas las habitaciones (4) cuentan con baño. Allí trabajó Manuel 35 años, desde los 17 hasta que dejó de funcionar.


Pasamos un buen rato de la tarde charlando (fuera el día era de perros, pues había empezado a llover a cántaros y ventoso) contándonos sus historias de vida y trabajo allí (moliendo de día y de noche en temporada, y trabajando todos los días del año). Manuel, incluso, puso el molino a funcionar para enseñárnoslo. Un rato muy agradable, pero claro nos entró una duda:
-Manuel, ¿Si estabas aquí todo el día, como conocistes a Jimena?
- Bueno, también buscábamos un rato para ir a las mozas.
- ¿Y que tal?
- Bueno, alguna "brinqueta" hubo.
La carcajada fue general.


En el despliegue de organización de Alfonso, había reservado la cena en el Pazo Mariñao, a poco más de un kilómetro. Lo lleva un hermano de Jimena y cenamos de maravilla. Al ir llovía tanto que Manuel nos llevó en su coche de dos tandas... y nos acongojó un poco por la velocidad a la que conducía ya que, según él, el coche iba solo.

Al día siguiente desayunamos opíparamente en el molino con los que ellos nos dejaron, queso hecho por ellos, bizcocho casero, zumo natural.... Un placer.

El bus nos devolvió a Ponte Ferreira y el día estaba peor. Observad lo blanco junto a las botas. ¿A qué parece nieve?

No lo era, se trataba de una enorme granizada que había cubierto todo el monte de blanco. Y hacía 2,5 grados... en vez de finales de abril parecía febrero.


Comenzamos a caminar en medio de la niebla...

Pero bueno,poco a poco el día fue mejorando, salió el sol, y sólo al final, cerca de Melide, llovió un poco.

La etapa fue más bonita, casi sin asfalto y con un paisaje más campestre, mucho bosque, la tira de carballos y poco eucaliptos. Disfrutamos bastante.

También contemplamos restos de algún fuego reciente, pero era monte bajo, no bosque.


Y nuestra campestre Porota no se privó en ocasiones de parluchar con algunas vacas amigas. Una políglota es lo que es. A ver dentro de unos días en el camino francés de Francia. Allí seguro que las vacas no le entienden. O sí?



Y al filo de las 14,30, conforme al horario previsto, llegamos a Melide, completando por fin el Camino Primitivo. Como esta vez parecía una gira gastronómica comimos bien y abundante.

domingo, 4 de marzo de 2012

Cádavo-Lugo (29,3 kilómetros)

El día anterior ya salimos con calma, pero el domingo todavía lo hicimos con más. Llovía, de entrada, y eso siempre apereza. Así que a las 9:30, tras desayunar en el hotel Moneda, al camino nos fuimos. 

Antes posamos, como siempre, con el refuerzo muy bienvendio de Irache. La distancia a recorrer era la misma que la primera jornada, pero por motivos ignotos se nos hizo mucho más pesado.
Y no sería por los paisajes: casi todo el rato fueron chulos, bosques y prados de lo más atractivo, y siempre en completa soledad. Peregrinos, ni uno, bueno, dos señoras que salieron del hotel un poco antes que nosotros, y a las que  no vimos´en la ruta, y caminantes sólo alguna excepción en puntos muy concretos y, por supuesto, tipo dominguero. Y otra vez la ausencia casi completa de algún sitio donde parar: tantos kilómetros sin una cañita se hacen más agobiantes. Eso sí, donde pudimos reponer fuerzas lo hicimos a conciencia.

A ratos también la niebla, tanta que,de ser una guerra, Alfonso podía haberse llevado un tiro de fuego amigo.

Poco antes de Vilabade encontramos una gran ermita situada en un campo de la fiesta enorme.
 Las romerías aquí deben ser muy concurridas. 
 
Mesas, grandes, frondosos carballos y hasta una fuente.
Ya en Vilabade, villa grande sin bares, una iglesia casi tipo catedral, con un atrio frontal y lateral cubierto de gran tamaño, pero cerrada. 

Al lado, pegado, un pazo reconvertido en gran casa rural.... también cerrada. 

Esta parte de Lugo es complicada para el turismo y no digamos para el peregrinaje. Pero con paisajes atractivos, sin duda.Y los pueblos y caseríos por los que pasamos, todos llenos de aperos, señal evidente de su dedicación a las labores agrícolas y sobre todo ganaderas. 

Hoy no van fotos, pero granjas de vacas y vacas sueltas vimos unas pocas. Y cerca de Lugo, también instalaciones industriales.
En el plano caminante la ruta era suave, salvo por la distancia a recorrer. Al salir hubo una subida de cierto impacto pero después más que nada se llaneaba, obviamente con subidas y bajadas. Nada especial. Pero claro, llegado el momento empezaron los adefesios de todo los tipos y pelajes, al más puro estilo jalisiano.
Y todo ello combinado con imágenes de ensueño. 

En Castroverde hicimos la única parada de aprovisionamiento. LLevábamos sobre 10 kilómetros y, por tanto, quedabanunos 20: Ya no hubo ninguna más. Tremendo, a punto de morir de fame, de verdad.
En  Castroverde de entrada, como en la OTAN (el chiste es para aquellos que ya eran adultos en 1985), no fue fácil encontrar donde almorzar. En el primer mesón, de buena factura y con panadería al lado, no pudimos tomar nada pues no había pan, ni del día ni duro, y en el segundo hubo alguna reticencia inicial. Al final nos confeccionaron una tortilla de gallina feliz, como diría Porota,  y nos hartamos a pinchos y buen Rioja Campillo. Nada que objetar, salvo que atrancamos el acceso a la máquina de tabaco, y no sería la única vez, y fumadores pocos hay, pero alguno queda, por lo que tuvimos que levantarnos. 
Con las pilas cargadas, retomamos la marcha.

Y de cuando en cuando, a veces incluso muy seguidos, algún horror.


O una casa abandonada y en ruinas, a la que alguna niña no dudo en jugar al «aquí estoy».
La foto siguiente rinde tributo a la postada del blog.

Pasadas las horas, empezamos a imaginar Lugo en la lontananza al cruzar los puentes de la autopista. Eran ya las cinco de la tarde (llegamos casi a las seis) y solo en Carballido pudimos tomar algo: ¡en una máquina de café y bebidas de monedas! Instalada en la calle junto a otra maquinita de cambio de billetes... una cutrez.
El sky line de Lugo por esta banda no es el Lugo monumental y romano, de verdad, pero pese a ello nos alegramos de verlo y de llegar, en ese momento final en el que las fuerzas comienzan a flaquear....
Y una vez en la ciudad todos deseando pillar algún sitio para tomar algo antes de coger los coches para regresar. Hete aquí, que se cruzó en nuestro camino el mesón "O cincuenta e seis" y con su dueño pegamos la hebra y no quedó más remedio que merendar con cierto nivel: de nuevo Rioja con calamares, croquetas y mejillones en escabeche. Desechamos el fiambre y los quesos porque fue casi el menú de los tres días. Así que echamos un ratito y salimos reconfortados en dirección a nuestras casas. Eso sí, antes nos conjuramos para hacer las dos etapas que restan hasta Melide antes del Camino Francés que tenemos previsto para mayo. A ver si lo conseguimos.