sábado, 3 de marzo de 2012

A Fonsagrada-Cádavo (29 kilómetros) Marzo 2012

Lo prometido es deuda. El año pasado acabamos en A Fonsagrada y en cuanto hemos podido, los que hemos podido, aquí estamos para concluir el Primitivo, bueno, para hacer dos etapas hasta Lugo y dejar para próximas semanas las dos restantes hasta Melide y concluir este camino. 
Llegamos el día anterior en bus desde Lugo seis de la panda: Feli, Alfonso, Porota, Mariajo, Ana y Juanma, y esa noche se nos uniría Irache para hacer la del domingo. Dormimos en el hostal Cantábrico, limpio y calentito, lo cual agradecimos, ya que los marzos de A Fonsagrada no son cualquiera cosa. Raboneamos un poco durante la noche por el pueblo y localizamos la tasca donde comimos en abril pasado. El dueño se acordaba de nosotros y repetimos el caldo.
9:30 del 3 de marzo de 2012. Empezamos a andar, y no pudimos hacerlo con mejor pie. Ahí va el minidiálogo.
- (Alfonso). «¿E logo, veñe vostede moito a Fonsagrada a mercar?».
- (Señora). «Cando veño, sí».
Ahí es nada la cambiada que Lidia Fernández Neira, 73 tacos, la señora de la foto, le dió a Alfonso. Se nos apareció a la salida del pueblo y nos acompañó, con su carrito de la compra, hasta Padrón, a un par de kilómetros, donde vive. Tenía ganas de hablar y nos relató parte de su historia y la de sus tres hijos, una de ellas profe y la otra veterinaria que ha ocupado un cargo en Lugo, y otro que es ingeniero.


La charla con Lidia nos dio tema de conversación para los primeros kilómetros en un dia gris que amenazaba lluvia, que durante el día cayó en ocasiones pero muy suavemente. El sol lo vimos un poco y lo mismo ocurriría al día siguiente.
El paisaje fue muy agradable: media montaña, prados y veríamos muchos bosques, principalmente carballo, algunos abedules y también acebos. 

Obviamente, también pinos pero muy poco eucalipto, por suerte.
Vacas también bastantes, es Lugo, y éstas dos nos recordaron a sus primas de Asturias del año pasado que son la imagen del blog.
También esta capillita tenía un aire a otra del año pasado que retratamos en el blog, íbamos con la sensación de un cierto «deja-vu»
En un momento del camino nos encontramos a un rapaz que plantaba eucalipto en un área donde había pinos. El chico, del campo, lo justificó diciendo que crecían rápido, el que más, y ante eso no había otro argumento. A la hora de terminar la charla le preguntamos si quedaba mucho para Paradavella. Su respuesta le hubiera encantado a Lidia.
- «Aínda lles queda un pedazo».
Y punto. Margen de error, inexistente. Pero claro, nosotros queríamos una respuesta más concreta y vulgar, y al final nos habló de media hora y fue tal cual. Antes nos habló de las ruinas de un hospital por las que echamos un vistazo, y que parecía un antiguo albergue de enorme tamaño. No había ningún cartel .
Y poco después llegamos a Paradavella, donde nuestro gozo naufragó abruptamente en un pozo. Dice la guía (¡ay Mundicamino, como nos machacas!) que allí se encuentra Casa Villar «donde ofrece todo lo que puede a los peregrinos, además de amabilidad y simpatía». Junto con esta carta de presentación un dato crucial: es la única parada posible para reponer fuerzas antes de Cádavo, para donde todavía quedaban 16,5 kilómetros y el temible Alto de A Lastra. Pero llegamos y la casa estaba cerrada, llamamos, dimos vueltas, nos acongojamos (además medio llovía) y al final descubrimos que salía humo de la chimenea. Reiteramos nuestras llamadas y al final abrieron.
Además de reponer fuerzas, descubrimos que hay actividades y habilidades con las que nadie cuenta, pero ahí están. Lo que veís, foto superior e inferior, es la mano de José Manuel Portela, el hijo de la dueña, que se dedica a formar a cafeteros (el que hace el café en un bar) además de venderles el producto de Cafés Candelas. 

Viaja por casi toda España, reparte el producto y les da instruccione para prepararlo. Ante nuestra sorpresa, nos hizo algunas demostraciones y nos regaló conocimientos básicos sobre cafés, por qué el torrefacto no es bueno y otros detalles. El que quiera, ya sabe, a Casa Villar.
Ah! y el motivo de no abrirnos era de peso: se habían acostado a las cuatro de la mañana trabajando en el local y estaban esperando un autobús de Lugo con gente de Correos para comerse un cocido. Pero finalmente nos atendieron y fueron tan amables como indica la guía, tanto José Manuel, su novia, Laura , y su madre y alma mater del negocio Obdulia .
Y vuelta de nuevo a los bosques y al paseo, que para éso estábamos allí.

Y por fin, el momento, pero de nuevo la guía, esta vez afortunadamente, no acertó. Habla de una durísima subida de siete kilómetros a A Lastra, y dura sí que es, y mucho, pero de menos distancia, o al menos éso nos pareció, pero la sudada fue de las gordas.
Hubo quien necesitó un poyete del camino para sujetar el cuerpo, pero ya era casi arriba del todo.
Esto es la entrada de A Lastra, donde suponíamos, incautos, que había terminado la subida, pero, como diría el chaval de Montouto, ainda nos quedaba un pedazo....
Tuvimos una sorpresa en A Fontaneira, donde apareció un local en el que no servían caldo (¡pena! era lo que nos apetecía) pero repetimos con el fiambre y descansamos un rato al lado de una chimenea de lujo.
Ya cerca de Cádavo descubrimos una de esas imágenes inentendibles. Un sofá todavía servible tirado frente a una finca vallada en medio de la nada. Increíble.Jalisia style.
Y a media tarde, entrando en Cádavo, nuestra portavoz para determinado tipo de relaciones sociales (creo que las llaman así) se entretuvo con un paisano por aquello de pegar la hebra. Quizás le recordó a Serafín (un antiguo conocimiento de Porota en el Camino, que suele ser muy nombrado) y un aire si que tienen.
Y con Cádavo al fondo la foto sorprendente del día: ante la cámara Feli decidió darse a la carrera, Mariajo optó por hacer la bajada del revés, marcha atrás y Ana la secundó. 

Y en el pueblo, lo de siempre, descanso, paseito (pequeño, no había nada que ver, es todo nuevo) partida de cartas y un rato del partido del Celta, que ganó 1-2 creo que al Almería. Después llegaron Quique e Irache, cenamos todos unas minitruchas ricas y a dormir, que al día siguiente tocaba continuar.

sábado, 30 de abril de 2011

GRANDAS-A FONSAGRADA, EL ACEBO COMO DESPEDIDA

Llegamos al final y se impone alguna novedad. Quizás por ello posamos de otra guisa para ofrecer una visión diferente.

  Acto seguido, como siempre.
Salimos de Grandas de Salime como de costumbre, sin madrugar y de nuevo entre la niebla, esta vez todavía un poco más cerrada que en Tineo.
Esta situación duró un buen rato y los fotógrafos tuvieron tiempo de inmortalizarla.
Según pasaba el tiempo en vez de aclarar cada vez estaba más gris. Apenas podíamos disfrutar del paisaje. 

Pese a ello, disfrutábamos, nada de calor para el día final. Casi no vimos peregrinos en este rato, fue una sensación estimulante.
Pasada la primera hora iniciamos la subida del puerto del Acebo, que tenía su miga. Con pendiente y en parte por carretera, pero teníamos ganas de terminar e imprimimos un ritmo espectacular a la marcha. Tanto, que hicimos 16 kilómetros, casi todos de fuerte desnivel, en poco más de tres horas. Consecuencia, llegamos a la cima, por encima de los mil metros, completamente sudados.

A la hora del descenso, ya en territorio gallego, encontramos en el único local que encontramos para tomar una cerveza. Era un sitio curioso, un tanto (un mucho, más bien) kitch, sombrío, oscuro, lleno de colecciones sorprendentes (llaveros, navajas…) pero con un equipo y una música espectacular, propio de alguien entendido. Llegamos a la conclusión de que tocaba por los pueblos y fue amable, nos ofreció unas tapas y, como no tenía el caldo solicitado, nos recomentó el bar Cantábrico en A Fonsagrada para degustarlo.
La música era tan buena que hasta bailamos un poquito. La espalda de O' Neill da fe de lo duro que fue el ascenso.
A partir de aquí, ya con más de la mitad de la etapa en el coleto, lo llevamos con mayor tranquilidad. Hubo cuestas (¡caray con la de la entrada de A Fonsagrada!), pero no eternas y, además, ya teníamos el final de la caminata al alcance de la mano.
 
Hicimos un alto y también recuperamos a Jaime, que le había dado un ataque de escapismo, y afrontamos la llegada al punto final en equipo, comme il faut.

Resulta evidente que A Fonsagrada no tiene un sky line que merezca la pena, lo comprobamos, y el interior del pueblo tampoco reúne características para declararlo Patrimonio de la Humanidad, pero lo abordamos con alegría.

Tras algún esfuerzo encontramos el bar recomendado (no tiene letrero alguno) y, a fe mía, que si no vamos teledirigidos allí no entramos. Pero fue un hallazgo.

Era cierto lo de los caldos y también tomamos las delicatessen de rigor (queso, creo que cecina, empanada y un Rioja de cierto nivel).


Después buscamos una cafetería donde pasar el rato (e incluso echar una siestecita) hasta la hora del único bus de la tarde para Lugo, que Jaime se había encargado de reservar ya que habitualmente es un vehículo de pocas plazas.

En fin, una vez en el asiento nos relajamos y hasta hubo quien también descabezó un sueñecito.

De Lugo poco hay que contar. Teníamos reserva en el hotel Puerta de San Pedro, pegado a la estación de buses, y allí estaban Pepe, liberado de sus ocupaciones polo país; Quique y Manolo, a recuperar, uno a su reina mora y otro a O' Neill sanas y salvas, of course, y los excursionistas de Luarca (Marién, Ogadenia y Paco). O sea, reencuentro, unas cañas, relato de lo acontecido en estas últimas jornadas y una cena más que en condiciones para 19 en el famoso Mesón de Alberto. Después, unos a dormir, otros de copas y a la mañana siguiente cada mochuelo a su olivo: los más a Vigo y alrededores, Coruña y Pontevedra.
A destacar una pareja de canadienses con las que pegamos la hebra en el hotel. Una vive ahora en Singapur y otra en Cerdeña, y llevaban varias semanas en la ruta, pero en un tour organizado. Estaban encantadas.

Y nosotros, tras esta estupenda semana, a planificar la siguiente porque, como casi siempre, fue un lujo compartir estos días.


Saludos a todos y a quien pueda leer esto, que se anime a imitarnos.


T A I L A N D I A/C A M B O Y A
(15 agosto-8 septiembre 2011)

L A  P A L M A
(15 al  22 de octubre 2011)
  
L E  P U Y  E N  V E L A Y   -   CONQUES
(11 al 20 de mayo 2012)

viernes, 29 de abril de 2011

LA MESA-GRANDAS DE SALIME, CAMINATA CON ALTERNATIVAS CULTURALES

Este día se planteó una novedosa disyuntiva: solo podía venir un taxi a primera hora y el otro tenía que esperar hasta terminar el transporte escolar, labor que realiza diariamente. Era un poco tarde para ir andando y de forma natural la gente eligió. Un grupo de seis salió a las 7:45 para volver a La Mesa, donde se interrumpió el día anterior el camino, y otro a las diez en el segundo taxi directamente hasta la presa, donde teníamos concertada una visita a su interior a las 11.


El primer grupo, todo aguerridas salvo la excepción que se ve en la foto, empezó la andaina en La Mesa a las 8:20 con prisas para no perderse la visita a la central. Con seguridad el perfil de la etapa había disuadido a más de uno. Un par de kilómetros de cuesta para empezar y luego una imponente bajada de unos ocho kilómetros en los que la cota pasaba de 1.000 metros a 165, tal que un gigantesco tobogán.

Como suele ocurrir, la cuestita inicial jorobó más de lo previsto y la bajada resultó dura, aunque quizás no tanto como esperábamos. Nada más empezar a descender pasamos por la miniermita de  Santa Marina, que casi parece de juguete. Por entonces Ana hizo la foto de estas dos magníficas rubias que hemos convertido en portada de este blog .
Pese al esfuerzo de ir frenando constantemente esta parte de la etapa fue de lo más relajante. La bajada va por uno de los montes que dan al embalse, que se vislumbra en ocasiones como si fuera un inmenso lago en medio de una completa soledad y absoluto silencio.
A pesar de las advertencias de uno de los taxistas del día anterior, disuadiéndonos de hacer esta parte del camino hasta la presa, porque la consideraba una de las peores del camino, según le habían dicho, lo cierto es que resultó muy placentera. Tanto que cuando nos encontramos con el susodicho taxista en la carretera que volvía de dejar a los demás le increpamos sin compasión: “No vuelvas a decir que la bajada desde La Mesa no merece la pena, porque no es en absoluto cierto”. 

Tras la bajada nos inmortalizamos en el mirador construido por el hijo del artista del que pronto hablaremos para tener una panorámica de esta impresionante obra.

Abajo nos  reencontramos con los compis vagonetas, que por si acaso también se habían hecho la foto oficial en esta salida retrasada.

Tras vislumbrar la lámina de agua (32 kilómetros de longitud) visible desde el embalse bajamos hacia la base, lo que no es cualquier cosa.
A esa hora ya lucía el sol en lo alto y es por lo menos un kilómetro también de cuesta pronunciada.

Abajo, en la fachada, existen unas esculturas de Vaquero Turcios, autor de un mural que con el paso del tiempo se ha convertido en un símbolo dentro de la arquitectura industrial y que era el motivo de nuestra presencia allí.

Pepe (o que traballa polo país) sabía de su existencia e hizo una gestión previa para que nos la enseñaran, lo que fue todo un puntazo. También que el encargado fuera José María Braña, un empleado de la central que es todo un lujo de guía y que aparece con nosotros en la imagen,

Conoce con detalle la historia del recinto y, lo más importante, intenta transmitir sus conocimientos sin prisa alguna y de manera didáctica. De entrada todos tuvimos que colocarnos un casco protector sobre una malla que evitaba el contacto con el pelo. Estábamos así de estupendos, como O' Neill y Alvaro en la foto.

Lo primero fue visitar la inmesa sala de las turbinas, en cuya pared de 60 metros de longitud se encuentra el mural de Joaquín Vaquero. Lo pintó a lo largo de varios años tras construirse la presa y medio siglo después lo retocó poco antes de morir.

No es un mural cualquiera y su temática es precisamente la presa en orden prácticamente cronológico: como se gestó, estado del lugar antes de construirse, las obras, los obreros y el resultado final. Todo un documento.



Nuestro guía nos lo fue explicando detalladamente por tramos con la pega de que las turbinas estaban conectadas, lo que dificultaba las explicaciones.

Ello nos obligó a esforzarnos para enterarnos de cómo entre 1946  1955 se realizó esta obra faraónica en la que trabajaron 3.000 obreros, algunos de ellos personas que buscaban escapar de posibles represalias políticas tras la guerra civil. 
Lo complicado del trabajo y las escasas medidas de seguridad de la época provocaron numerosos accidentes y se estima que para construirla dejaron su vida unos 400 obreros según cifras oficiales, pero se da por seguro que fueron más. En muchos casos resbalaban y caían en el hormigón de la pared de la presa y no había nada que hacer.

En los alrededores de la presa y en la parte superior de la montaña existen restos de los dormitorios y comedores de los cuatro poblados que se construyeron para alojarlos.
En la presa existe un museo con fotos y planos que relata todo el proceso, y realmente sales con una idea de cómo un país atrasado y en la ruina pudo construir esta megacentral que almacena 266 hectómetros cúbicos de agua que anegó ocho pueblos. Nos llamó la atención las fotos de una especie de teleférico de más de 30 kilómetros que traia material de construcción desde un puerto en la costa. 
Movía unas vagonetas que podían llevar 400 kilos, y que a veces usaban para desplazarse los obreros. En alguna ocasión se rompía el cable y caía desde lo alto la vagoneta, y si llevaba de incógnito un pasajero este moría sin remisión. Como se ve, seguimos las explicaciones con gran interés.

Lo sorprendente es que ahora la central funciona casi sin personal. 


Hace unos años eran 44 operarios pero con los cambios tecnológicos llega con solo 9 operarios, uno de ellos nuestro guía. Como curiosidad, apuntar que explotan la central dos empresas, cada una dos de las cuatro enormes turbinas.

Tras esta actividad extraperegrina retornamos a lo nuestro, a la ruta. Antes despedimos a Paco, Marién y Ogadenia, que se iban a pasar un par de días a Luarca, y que aprovecharon para dejar a Jaime en el pueblo de destino, del mismo nombre que la presa, ya que seguía con molestias. De paso le dejamos encargado de gestionar la comida en algún sitio interesante para un par de horas después. En el fondo de la siguiente foto, se aprecian restos de los viejos poblados de la presa.

Desde aquí nos quedaban ocho kilómetros (casi todo asfalto) por cubrir y, claro, como habíamos bajado ahora tocaba subir. En medio de la cuestecita, casi toda por carretera, hicimos una parada en la que Ana y Feli aprovecharon para regar las margaritas ante la cámara, no por exhibicionismo sino más bien porque alguno quiso vengarse de otra foto anterior...

En Grandas de Salime tuvimos la sorpresa de que el hostal en el que teníamos reserva había sido reformado recientemente y estaba hecho un pincel. Sin comparación, el mejor de toda la semana. Se llama Hotel Labarra  y las habitaciones, muchas con terraza, son estupendas a pesar de que exteriormente es muy anodino. Jaime cumplió su cometido y buscó un lugar donde comer, claro está, un poco tarde, pero en una churrasquería próxima al alojamiento nos dieron una buena carne y mucha ensalada.

Siguiendo una jornada de tintes culturetas no pusimos pegas para visitar el museo etnográfico, que la guía califica de visita obligada. Su existencia era imposible de ignorar ya que todo el pueblo estaba lleno de carteles en los que se exige la reposición del antiguo director, un conflicto del que no teníamos, ni tenemos, ni idea.

Realmente el museo, en el que pasamos unas horas,  fue una sorpresa. Consta de varias contrucciones alrededor de un amplio patio y en ellas pueden contemplarse reproducciones reales de antiguas viviendas de campesinos con las habitaciones con sus muebles y ropas.
También un molino, utensilios de trabajo, un telar y alguna cosa más que seguro que se queda en el tintero.
Pero lo que más nos llamó la atención, quizás, fue la reproducción de un antigua escuela de pueblo, sendas consultas de dentista y oftalmólogo de medio siglo atrás y un colmado que era todo un monumento con sus básculas, carteles, productos. En fin un canto a la nostalgia y un salto a la vida de los años 50/70 en la que muchas cosas nos sonaban,como el papel higiénico "El Elefante"....que nos dejó a todos el culo más o menos limpio y brillante años ha....
Para el final dejamos este cartel sobre las consecuencias que genera el alcoholismo que es todo un hallazgo. 
Y más nada, como dentro de muchos años echaremos de vez en cuando un vistazo al blog, quede constancia de que este viernes 29 de abril se casó el nieto de la reina de Inglaterra con una de cuyo nombre no me acuerdo. Claró está, hubo quienes se vieron los resúmenes desde la tele del hostal comentando los modelitos del personal.